Leyendo esta mañana la prensa italiana a uno le parece que el
cónclave es superfluo. Me refiero a que los vaticanistas más osados -en
realidad todos los son- no sólo pronostican un duelo entre el brasileño
Scherer y el italiano Scola. También le adjudican los primeros votos: 37
y 29 respectivamente. Así estarían las cosas a 24 horas del Veni Creator.
Se trata de una asombrosa especulación, pero tanto creen en ella los
especialistas de la información vaticana que holgaría la celebración de
las votaciones. O que deberían restringirse a una partida de ajedrez
entre Scherer y Scola.
Sorprende más aún este duelo -la finalissima, proclaman ya ciertos diarios de Roma-
por cuanto aporta una paradoja. No serían los cardenales italianos los
partidarios del italiano Scola. Y, en cambio, el arzobispo de Milán
obtendría el beneplácito de las eminencias extranjeras.
¿Cómo se explica este fenómeno? Con todas las
precauciones que requiere el periodismo de fantasía al uso en la orilla
del Tíber, resultaría que los cardenales de la curia romana -Bertone en
cabeza- habrían asumido que su candidato italiano -Bertone, otra vez en
cabeza, incluso el funcionario Piacenza- carecía de opciones verosímiles
como represalia al sindiós gubernativo que ha forzado la renuncia de
Benedicto XVI.
En estas circunstancias, la prioridad de los curiales ya no consistiría en recuperar el papado a favor de un italiano -35 años de vacío tricolore-, sino de garantizar las opciones de "uno de los nuestros", a saber, un candidato con experiencia en los despachos vaticanos cuyo aparente perfil "transgresor" pudiera satisfacer a los cardenales que fomentan un giro geopolítico, en fin, un papa redentor de las Américas.
Es donde adquiere peso la candidatura de Odilo Scherer. Que es de origen alemán. Que desempeña la diócesis más poblada de la Tierra
(Sao Paulo) y que identificaría la pujanza de Brasil -Mundial de
fútbol, JJOO, y un papado- con los desafíos de la Iglesia frente a la
rivalidad evangelista en el caladero de América Latina. Sería una
operación de márketing, aunque la iniciativa que sufragan los burócratas
de Roma tiene que sobreponerse a la aquiescencia de los purpurados
escépticos con el "Kremlin" del Vaticano.
Estarían de acuerdo en la sopresa de un papa trasatlántico y hasta joven (63 años). El problema es que Scherer habría sido impulsado por la Curia no
tanto en razón de su ortodoxia ideológica -es un ratzingeriano- comon
en función de su papel contemporáneo de vigilante en la trastienda del
banco Vaticano.
Se explicaría así que los cardenales extranjeros -insistimos en el
trasfondo las especulaciones- se opusieran a Scherer en cuanto
continuista y apostaran entonces por monseñor Scola. Un candidato que no le gusta a la Curia porque no forma parte del "apparatchik"-
y cuyas opciones reales deberían sobeponerse a la euforia patriótica
con que la prensa italiana se augura el regreso de un compatriota.
Otra cuestión son los italianos. Se percibe un
cierto desinterés a las diabluras del cónclave. Tanto por el estado de
shock de las elecciones -podrían repetirse en junio en vista del
colapso- como porque los sectores laicos temen que un Papa italiano se
entrometa en las cuestiones políticas domésticas.
Es más, la repercusión del cónclave en el ámbito internacional -5.300 periodistas acreditados-
es mayor de la que se percibe en el epicentro del fenómeno. Una
paradoja tan pintoresca como la que se desprende de que lo cardenales
italianos ya no quieran uno de los suyos en el trono de Benedicto XVI.
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